Svalbard es uno de los pocos lugares en la Tierra donde está prohibido morir. Por ley, no hay nada metafórico. En este blanco archipiélago noruego, situado frente a Groenlandia, en el Océano Ártico obliga desde 1950 a abandonar el lugar antes de pasar a mejor vida. ¿La razón? Es que por sus bajas temperaturas, que caen hasta los 46 grados bajo cero, los cuerpos enterrados no se descomponen. La principal razón por la que no existen cementerios en las islas, se debe al permafrost, una capa de suelo congelada permanentemente. Hasta 1928 se enterraba a los muertos en Svalbard, tiempos en los que comprobaron que los virus y las bacterias que provocaron la muerte de la persona podrían conservarse intactas.
Solo tres islas del archipiélago están habitadas: la isla del Oso (Bjørnøya), Hopen y la más grande, Spitsbergen, donde se enclava la capital, Longyearbyen. Experimentar esa vida es el sueño de todo aventurero que visita el Ártico. Son famosas sus auroras boreales que ofrecen un espectáculo natural en sus noches de cuatro meses, y también, su nutrida fauna, donde reina el oso polar. Precisamente, el turismo sustentable es una de sus principales fuentes de ingresos.
Longyearbyen está habitada por unos 3 mil habitantes -según su ente de turismo-, quienes viven con orgullo en el pueblo más septentrional del mundo. Se extiende hasta los 81°N y sus costas están bañadas al este por el Mar de Barents y al oeste por el Mar de Groenlandia. “Svalbard es lo más cerca que la mayoría de los mortales aspira a estar del Polo norte sin echar de menos su espíritu”, resume la Lonely Planet sobre este lugar que dista a solo 800 km de la costa de Noruega.
Las islas fueron descubiertas por Willem Barents en 1596, un navegante neerlandés, pionero en las expediciones al Ártico. Se encontró con el archipiélago, en su tercera exploración para dar con una ruta polar que llevara hasta Oriente. Al ver Barents esas montañas blancas que parecían flotar, las bautizó como Spitsbergen, que significa montañas afiladas en neerlandés.
El explorador no logró encontrar la ruta en este tercer y último intento, porque perdió la vida. El barco, capitaneado por Heemskerk, quedó atrapado en el hielo en la costa oriental de Nueva Zembla, en Rusia, por lo que la tripulación debió pasar el invierno sobre el hielo, viviendo de la caza y soportando un frío extremo. Los escritos de la época cuentan que las medias se les quemaban antes de que llegara el calor del fuego a sus pies y que iban a dormir calentándose con piedras y balas de cañón. Willem perdió la vida en esas circunstancias a los 47 años, por escorbuto como otros miembros de la tripulación. Una enfermedad que afectaba a los marinos que realizaban largas travesías por la ausencia de vitamina C, dado que no tenían acceso a alimentos frescos como frutas y verduras. Ese mar del Ártico lleva su apellido en su honor.
Los primeros pobladores de este paraíso blanco, tierra de osos polares, y muchas otras especies, desarrollaron dos actividades, previo al desarrollo del turismo que hoy domina, que fueron la industria carbonífera y la ballenera. Tiempo después, el archipiélago adoptó el nombre de Svalbard, que significa “Costa fría”, en noruego antiguo. En 1920, durante el período de entreguerras, Noruega logró la soberanía sobre el archipiélago mediante el Tratado de Svalbard. A pesar de integrar el Reino de Noruega, las islas tienen numerosas competencias en lo que se refiere a autogobierno, conservación, explotación, impuestos y migración. Por ejemplo, Svalbard está fuera del espacio Schengen y del Espacio Económico Europeo. No se necesita visa ni permisos de trabajo, pero si se ingresa vía Noruega, sí hace falta una visa Schengen.
El reino de los osos polares
Svalbard es un lugar único en el mundo, sin lugar a dudas. Una página de turismo recomienda “salir a navegar en barco o kayak o dar un paseo en moto o en un trineo de perros. También puedes hacer senderismo o ir a esquiar. Pero nunca salgas del perímetro de la localidad sin un guía cualificado ya que, además de hogar de unas 3.000 personas, Svalbard es también el reino del oso polar”. Eso significa que hay tantos osos polares como personas, ya que su población asciende a 3000 ejemplares. También habitan las islas mamíferos marinos típicos del Ártico como ballenas, delfines, belugas y morsas; también zorros árticos y renos y la mayor cantidad de aves marinas del mundo (en el Mar de Barents se concentran unos 20 millones de individuos).
La ciudad cubre todas las necesidades de sus habitantes. Tienen escuelas, iglesias, centros culturales, transporte, servicio aéreo y seguridad. Se suman hoteles, restaurantes y una cervecera artesanal.
La vida se desenvuelve con tranquilidad, siempre y cuando uno no se cruce con un oso en el camino. Otra particularidad de la isla es que todos los habitantes deben llevar rifles al salir de sus casas para poder defenderse si un oso ataca, mientras que los turistas son acompañados por guías armados cuando salen del perímetro de la ciudad. La oficina de turismo de Svalbar alerta: “Podés encontrar osos polares en cualquier lugar de Svalbard durante todo el año, por lo que debes tener especial cuidado al salir de los asentamientos. Siempre debe viajar con un guía local profesional que tenga equipo para proteger a los osos polares (dispositivos para asustar y un arma de fuego) y competencia en su uso. Los guías profesionales de Svalbard tienen buenos conocimientos sobre cómo afrontar los encuentros con osos polares. Llevan a cabo capacitaciones periódicas sobre cómo manejar los encuentros con osos de manera segura con el objetivo de resolver tales situaciones sin lesiones ni para los humanos ni para los osos polares”.
En 2022 una turista francesa fue atacada por un oso polar que irrumpió en un campamento. Sufrió heridas leves en un brazo y logró salvarse por los disparos que ahuyentaron al animal. La mujer integraba una expedición de 25 personas que se alojaban en carpas en el oeste de este territorio. Lamentablemente, el oso, que fue encontrado herido y fue sacrificado. Desde 1971, se contabilizaron 6 ataques mortales de osos. La última víctima fue un holandés de 38 años.
“Puedes caminar dentro de los límites de la ciudad de Longyearbyen sin necesidad de guía ni equipo para la protección de los osos polares”, aseguran desde VisitSvalvard.com, la página oficial donde se responden todas las preguntas más frecuentes. Una de ellas es si se puede contraer rabia. La respuesta es sí. Una enfermedad causada por un virus potencialmente mortal presente en animales como el reno de Svalbard y el zorro ártico. Por eso no hay que acercarse ni tocar animales, ni vivos, ni muertos. Ahí radica el problema de este gélido lugar, la propagación de los virus dado que los cuerpos no pueden descomponerse. Una problemática que se extiende a casi todos los países nórdicos. Pero el caso de Svalbard es muy notorio. A fines de la década del 90, un grupo de investigadores exhumó cuerpos de navegantes y encontraron un virus de una epidemia que había acabado con la población minera en 1918. Lo positivo de este aspecto es que este trabajo permitió desarrollar una vacuna contra esa gripe mortal.
Si alguien muere en Svalbar su cuerpo será transportado al continente noruego para su entierro o cremación. Y quienes estén gravemente enfermos serán trasladados para recibir además una buena atención médica, ya que no hay instalaciones para atender personas en estado crítico.
Las islas son frecuentadas por la comunidad científica, preocupada por los efectos del calentamiento global. El Ártico se está calentando entre 6 y sieve veces más rápido que el resto del mundo. Actualmente la temperatura varía entre los -16 °C y los 9 °C, y rara vez desciende hasta los -28 °C.
El 27 de febrero de 2008 fue inaugurado el “Banco Internacional de Semillas de Svalbard” financiado por Noruega, que es llamado también “El Arca de Noé vegetal”. Se trata de una bóveda creada para preservar millones de semillas de los principales cultivos. Más de 100 países enviaron semillas y el resguardo es totalmente gratuito.
También existen más curiosidades sobre este lugar de frío extremo. Está probido tener gato como mascota, por ser considerados uno de los mayores depredadores y son un peligro para la biodiversidad.